lunes, 18 de julio de 2011

Alcance de lo "filosófico" en esta forma de asesoramiento por Mónica Cavallé


Alcance de lo “filosófico” en esta forma de asesoramiento

La filosofía, que pasa por ser el saber teórico y abstracto porexcelencia, es, observada más a fondo, el saber más imprescindible y el dotado de mayor irradiación práctica, pues todo ser humano depende radicalmente en su modo de existir y de obrar de una forma específica de interpretar el mundo en el que vive. Es siempre una determinada visión del mundo, forjada por los particulares esquemas interpretativos de cada cual, la que nos permite entender, aunque sea de forma provisional y precaria, quiénes somos,
cuál es el sentido de nuestra existencia y de nuestra actividad, cuál es nuestro lugar en el mundo, cómo debemos vivir, cómo hemos de gestionar nuestra vida afectiva, etc.
El asesoramiento filosófico parte de la constatación de que todo hombre tiene su propia filosofía, tanto si es consciente de ello como si no, y de que es esta filosofía (escala de valores, creencias sobre sí
mismo y sobre la realidad) la que configura su mundo propio y determina su modo de estar y de sentirse en el mundo. Cuanto menos conscientes seamos de que esto es así, de que todos tenemos de hecho una filosofía de vida (no siempre coherente y unitaria), y de que son nuestras ideas básicas sobre la realidad las que determinan el modo en que vivimos y nos sentimos, peor filosofía será, y con mayor probabilidad muchas de dichas concepciones serán ocasión de situaciones existenciales confusas, insatisfactorias,
frustrantes o dolorosas. Sólo la lucidez, la reflexión crítica, la toma de conciencia de la realidad de ese sustrato de pensamiento que, muchas veces a nuestro pesar, condiciona nuestra vida y nuestro obrar, nos permite dejar de reaccionar y comenzar a actuar; nos permite empezar a retomar las riendas de nuestra vida y ser los co-creadores conscientes de nuestro propio destino.


El filósofo asesor busca establecer un diálogo que permita ayudar a esta toma de conciencia: a descubrir el modo en que determinadas concepciones abstractas están influyendo en la existencia concreta
del consultante; a revelar e identificar, en concreto, aquellos valores, creencias, fines, ideas, etc., que configuran su visión del mundo y están en el trasfondo de las situaciones vitales que plantea. Esta toma de conciencia ya tiene en sí misma un efecto liberador y transformador, pues otorga cierto dominio sobre lo que antes eran procesos automáticos y concede la posibilidad de modificar aquellas creencias básicas que la toma de distancia desenmascara como contradictorias, inútiles, infundadas o inconsistentes. La labor del orientador no es la de llevar a cabo este trabajo, pues es decisivo que éste siempre quede en manos del asesorado –quien ha de ser el protagonista indiscutible en todo este proceso–, sino la de facilitarle esa tarea mediante las adecuadas preguntas y sugerencias, y la de proporcionar un espacio abierto y seguro que permita al consultante llevar a cabo sin conflicto esta labor de de-construcción (de revisión y, si es preciso, de modificación de sus esquemas interpretativos), una de-construcción que cuando es compelida por otros contextos no seguros ni libremente elegidos suele resultar innecesariamente dolorosa y crítica.
Es de este modo como el asesorado puede empezar a aprovisionarse de forme libre y lúcida de referentes últimos, abarcadores de la realidad en su conjunto. Estos referentes –cuando no son meramente
intelectuales, sino vivenciales– son los cimientos imprescindibles de una vida realmente humana, dotada de dirección y de sentido: una vida unitaria y armónica capaz de conferir al individuo íntima certeza de su dignidad y del valor de su ser y de su existencia.
La finalidad del asesoramiento filosófico es la de favorecer que nuestras filosofías no plenamente conscientes y, por lo mismo, necesariamente deficientes, se transformen en filosofías reflexivas y
maduras y, en cuanto tales, favorecedoras del goce productivo de la vida.

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